El 4 de marzo de 1943 se llevó a cabo en Los Ángeles la 15.ª ceremonia de los Premios Oscar.
11 de marzo de 2024
"Moscú contrataca", Oscar a lla mejor película documental en 1943
27 de febrero de 2024
"Cuando el colonizado oye un discurso sobre la cultura occidental, saca su machete" — Frantz Fanon
Ese fenómeno se disimula generalmente porque, durante el periodo de descolonización, ciertos intelectuales colonizados han entablado un diálogo con la burguesía del país colonialista. Durante ese periodo, la población autóctona es percibida como masa indistinta. Las pocas individualidades autóctonas que los burgueses colonialistas han tenido ocasión de conocer aquí y allá no pesan suficientemente sobre esa percepción inmediata para dar origen a matices. Por el contrario, durante el periodo de liberación, la burguesía colonialista busca febrilmente establecer contactos con las "élites". Es con esas élites con las que se establece el famoso diálogo sobre los valores. La burguesía colonialista, cuando advierte la imposibilidad de mantener su dominio sobre los países coloniales, decide entablar un combate en la retaguardia, en el terreno de la cultura, de los valores, de las técnicas, etc. Pero lo que no hay que perder nunca de vista es que la inmensa mayoría de los pueblos colonizados es impermeable a esos problemas. Para el pueblo colonizado, el valor más esencial, por ser el más concreto, es primordialmente la tierra: la tierra que debe asegurar el pan y, por supuesto, la dignidad. Pero esa dignidad no tiene nada que ver con la dignidad de la "persona humana". Esa persona humana ideal, jamás ha oído hablar de ella. Lo que el colonizado ha visto en su tierra es que podían arrestarlo, golpearlo hambrearlo impunemente; y ningún profesor de moral, ningún cura, vino jamás a recibir los golpes en su lugar ni a compartir con él su pan".
Frantz Fanon, fragmento extraído de (pdf) Los condenados de la tierra (1961)
Gustav Courbet y el derribo de la columna Vendôme por los comuneros de París
En el periódico El Socialista se narró como sucedió el acontecimiento del derribo de la columna de Vendôme en su número 141 de 16 de noviembre de 1888. dentro de una serie de entregas publicadas entre 1888 y 1889 donde se daba a conocer a los trabajadores españoles pormenorizadamente la historia de La Comuna, el primer estado obrero de la historia de la humanidad:
“…Todos los esfuerzos hechos para impedir el derribo, para distraer a los obreros habían sido vanos. A las dos de la tarde una muchedumbre inmensa llenaba todas las calles que desembocaban en la plaza Vendome, muchedumbre un poco inquieta por el resultado de la operación. Los reaccionarios pronosticaban todo género de catástrofes. El ingeniero encargado del derribo afirmaba que no habría choque, que la columna se quebraría en el aire, a cuyo fin la había aserrado horizontalmente un poco más arriba del pedestal. Una cortadura en forma de bisel debía facilitar la caída hacia atrás sobre un vasto lecho de haces de leña, arena y estiércol, acumulado en el eje de la calle de la Paix.
Las músicas tocaron la Marsellesa; el cabestrante empezó a virar, pero la polea se rompió y un hombre fue herido. Rumores de traición circulaban ya, cuando una segunda polea fue instalada. A las cinco y cuarto un oficial se presentó en la balaustrada, agitó por espacio de un algún tiempo una bandera y la ató a la verja. A las cinco y media el cabestrante viró de nuevo; algunos minutos después la extremidad de la columna se movió lentamente; el cuerpo de la misma se movió lentamente; el cuerpo de la misma se inclinó poco a poco, y luego, bruscamente, se rompió en el aire con zigzags de centella y derrumbóse lanzando un sordo gemido.
La cabeza de Bonaparte rodó por el suelo, y su brazo parricida quedó separado del tronco. Una inmensa aclamación, como de un pueblo libertado, salió de millares de pechos. Saludada de clamores entusiastas, la bandera roja ondeó sobre el pedestal purificado, que aquel día fue convertido en altar del género humano.
Los individuos del Consejo de la Commune presentes al acto cometieron la torpeza de impedir que el pueblo se repartiese los restos de la columna. Siete días después los versalleses los recogieron, y uno de los primeros actos de la burguesía victoriosa fue erigir nuevamente aquel cucurucho enorme, símbolo de su soberanía. Para realzar a Napoleón I sobre su pedestal, fue menester una andamiada de 30.000 cadáveres. Como las madres del primer Imperio, las de nuestros días no deben mirar nunca ese baldón de bronce sin derramar lágrimas.”
26 de febrero de 2024
Dareen Tatour, poeta palestina: "Resiste, mi pueblo, resiste contra ellos"
"No voy a sucumbir a la “solución pacífica”, nunca bajaré mis banderas hasta que los eche de mi tierra", dice el poema de Tatour. Y a las puertas de la tercera intifada, ya anunciada por Hamas, tras el reconocimiento por el gobierno de Trump de Jerusalén como capital de Israel, saltándose las resoluciones de la ONU al respecto y toda legislación internacional, estos versos están en la cabeza y en el corazón de todos los palestinos y, por supuesto, de los antimperialistas y antifascistas de todo el mundo:
Resiste, mi Pueblo, resiste contra ellos.
Y cargué el alma en mi mano
por una Palestina árabe.
No voy a sucumbir a la “solución pacífica”,
nunca bajaré mis banderas
hasta que los eche de mi tierra.
Los lanzaré fuera en un tiempo por venir.
Trituremos la constitución vergonzosa
que imponía degradación y humillación
y nos impidió restablecer la justicia.
Quemaron a los niños que no tienen culpa;
como a Hadil, que lo ejecutaron en público,
lo mataron a plena luz del día.
Resiste al ataque de los colonialistas.
que nos encadenan con la ilusión pacífica.
No temas a lenguas inciertas;
La verdad en tu corazón es más fuerte,
Todo lo que resistes en la tierra
lo has vivido entre los asaltos y la victoria.
Como Ali llamó desde su tumba:
Resiste, mi pueblo rebelde.
Mis restos te tienen como respuesta.
Resiste, mi Pueblo, resiste contra ellos.
26 de julio de 2023
Antonio Machado y la Unión Soviética
Machado también habla de marxismo con bellas y enriquecedoras palabras, hablando de Rusia, país donde éste se ha convertido en un proyecto político, opinando que "....el marxismo tiene para Rusia, como para todos los pueblos del mundo, un valor instrumental inapreciable. El marxismo contiene las visiones más profundas y certeras de los problemas que plantea la economía de todos los pueblos occidentales (...) Mi tesis es ésta: la Rusia actual, que a todos nos asombra, es marxista, pero es mucho más que marxismo. Por eso el marxismo, que ha traspasado todas las fronteras y está al alcance de todos los pueblos, es en Rusia en donde parece hablar a nuestro corazón".
Cuando se conmemora el aniversario de su muerte en la localidad francesa de Colliere, aquel 22 de febrero de 1939, herido de muerte por el fascismo como la propia España, recuperamos una antigua entrada de este blog, compartiendo algunos de sus escritos sobre la guerra, recopilados en La Guerra. Escritos: 1936-39. Con ellos queremos revindicar y recordar al que fue uno de los símbolos de la lucha de la República y la democracia contra la bestia nazifranquista, siempre dispuesto a hablar y escribir con el corazón y, por lo tanto, dispuesto interlocutor para usar la palabra para la paz, al lado de los pueblos y, por supuesto, a marchar de la mano junto al socialismo en favor de ambos.
Dejando a un lado cuanto puede haber de jactancia y aun de prejuicio aristocrático en las citadas frases, que pone Dostoyevski en boca de un personaje de sus novelas, reparemos en que ellas expresan una esencialísima verdad ruso. ¿Y es ahí donde hemos de buscar la más honda raíz de la Rusia de hoy?
Como las grandes montañas cuando nos alejamos de ellas, la nueva Rusia se nos agiganta al correr de los años. ¿Quién será hoy tan ciego que no vea su grandeza? La proclaman sus mismos enemigos. Los millones de hombres con el escudo al brazo que militan contra la nueva Rusia nos dicen claramente con su actitud defensiva que es hoy Moscú el foco activo de la historia.
Reparemos en la pobre idea que dan de sí mismas esas democracias que fueron un día el orgullo del mundo; veamos cuanto sale o se guisa en sus cancillerías, incapaces de invocar --siquiera sea a título de dignidad formularia-- ningún principio ideal, ninguna severa norma de justicia. Como si estuvieran vencidas de antemano, o subrepticiamente vendidas al enemigo, como si presintiesen que la llave de su futuro no está ya en su poder, apenas si tienen movimiento que no revele un miedo insuperable a lo que puede venir. Reparemos en su actuación desdichada en la Sociedad de Naciones, convirtiendo una institución nobilísima, que hubiera honrado a la humanidad entera, en un órgano superfluo, cuando no lamentable, y que sería de la más regocijante ópera bufa si no coincidiese con los momentos más trágicos de la historia contemporánea.
Reparemos en esos dos hinchados dictadores que pretenden asustar al mundo y a quienes Roma y Berlín soportan y exaltan. Ellos no invocan la abrumadora tradición de cultura de sus grandes pueblos respectivos: la declaran superflua; proclaman, en cambio, una voluntad ambiciosa, un culto al poder por el poder mismo, un deseo arbitrario de avasallar al mundo, que pretenden cohonestar con una ideología rancia, cien veces refutada y reducida al absurdo por el solo hecho de la guerra europea. Roma y Berlín son hoy los pedestales de esas dos figuras de teatro, abominables máscaras que suelen aparecer en los imperios llamados a ser aniquilados, por enemigos del género humano. La historia no camina al ritmo de nuestra impaciencia. No vivirá mucho, sin embargo, quien no vea el fracaso de esas dos deleznables organizaciones políticas que hoy representan Roma y Berlín.
Moscú, en cambio --resumamos en este claro nombre toda la vasta organización de la Rusia actual--, aunque salude con el puño cerrado, es la mano abierta y generosa, el corazón hospitalario para todos los hombres libres, que se afanan por crear una forma de convivencia humana que no tiene sus límites en las fronteras de Rusia. Desde su gran revolución, un hecho genial surgido en plena guerra entre naciones, Moscú vive consagrado a una labor constructora, que es una empresa gigante de radio universal.
La fuerza incontrastable de la Rusia actual radica en esto. Rusia no es ya una entidad polémica, como lo fue la Rusia de los zares, cuya misión era imponer un dominio, conquistar por la fuerza una hegemonía entre naciones. De esa vanidad, que todavía calienta los sesos de Mussolini, ese faquín endiosado, se curaron los rusos hace ya veinte años. La Rusia actual nace con la renuncia a todas las ambiciones del Imperio, rompiendo todas las cadenas, reconociendo la libre personalidad de todos los pueblos que la integran. Su mismo ejército, el primero del mundo, no sólo en número, sino, sobre todo, en calidad, no es esencialmente el instrumento de un poder que amenace a nadie, ni a los fuertes ni a los débiles, responde a la imperiosa necesidad de defensa que le imponen la muchedumbre y el encono de sus enemigos; porque contra Rusia militan las fuerzas al servicio de todos los injustos privilegios del mundo. Sus gobernantes no lo olvidan. La política de Lenin y Stalin se caracteriza no sólo por su alcance universal, sino también por un claro sentido de lo real, cuya ausencia es siempre en política causa de fracaso. Mas la Rusia actual, la Gran República de los Soviets, va ganando, de hora en hora, la simpatía y el amor de los pueblos; porque toda ella está consagrada a mejorar las condiciones de la vida humana, al logro efectivo, no a la mera enunciación, de un propósito de justicia. Esto es lo que no quieren ver sus enemigos, lo que muchos de sus amigos no han acertado a ver con claridad: el sentido generoso y fraterno, íntegramente humano, de todas las creaciones del alma rusa, el que impera en esa magnífica Unión de Repúblicas Soviéticas, cuyo vigésimo aniversario se celebrará en el año que corre.
Pero Rusia, la Rusia actual, que todos admiramos y que ilumina a muchos con sus potentes reflectores enfocados hacia el porvenir, no es, como algunos creen, un fenómeno meteórico e inexplicable, venido de otras esferas para asombro de nuestro planeta; no es, como piensan otros, una consecuencia asiática del pensamiento teutónico de Carlos Marx; no es, tampoco, un engendro de la Revolución de Octubre, ni mucho menos ha salido --la Rusia actual-- acabada y perfecta, de la cabeza de Lenin, como Minerva de la cabeza de Júpiter. No. A mi juicio no es nada de esto. Los viejos amigos de Rusia, los que conocíamos, antes de su gran Revolución y aun antes de la guerra mundial, algo de su admirable literatura --Dostoyevski, Turguénef, Tolstoy-- sabemos que, bajo el dominio despótico de los zares, estaban ya maduras las virtudes específicamente rusas sobre las cuales se asienta la Rusia de hoy. Aquellos libros que leíamos siendo niños, y que llegaban a nosotros, trasegados del ruso al alemán, del alemán al francés y del francés al español chapucero de los más baratos traductores de Cataluña, dejaban en nuestras almas, a pesar de tantas torpes decantaciones lingüísticas, una huella muy honda, nos conmovían más que nuestras mejores novelas contemporáneas --buena lección para meditar por nuestros culteranos deshumanizadores de arte literario. Y es que a través de la más inepta traducción de La guerra y la paz --por aducir un ejemplo ingente-- llega a nosotros, todavía, un mensaje del alma eslava, amplia y profundamente humano, que parece revelarnos un mundo nuevo. Entendámonos: nuevo con relación al mundo mezquino y provinciano de la moderna literatura occidental. En verdad, no es un mensaje literario éste que el alma rusa nos envía en sus obras maestras. Ni siquiera sabemos si las novelas de Tolstoy o Dostoyevski están bien o mal escritas en su lengua. Suponemos que lo estarán soberbiamente. Pero sabemos con certeza la mucha humanidad que contienen, la gran copia de vidas humanas, al margen de toda frivolidad, que en ellas se representan; sabemos que esas vidas humanas, las más humildes como las más egregias, parecen movidas por un resorte esencialmente religioso, una inquietud verdadera por el total destino del hombre. Bajo la férula de su imperio despótico, de espíritu más o menos tártaro o mongólico, al margen de su Iglesia fosilizada en normas bizantinas, el alma eslava ha captado, ha hecho suyas las más finas esencias del cristianismo. Sólo el ruso, a juzgar por su gran literatura, nos parece vivir en cristiano, quiero decir auténticamente inquieto por el mandato del amor de sentido fraterno, emancipado de los vínculos de la sangre, de los apetitos de la carne, y del afán judaico de perdurar, como rebaño, en el tiempo. Sólo en labios rusos esta palabra: hermano, tiene un tono sentimental de compasión y amor y una fuerza de humana simpatía que traspasa los límites de la familia, de la tribu, de la nación, una vibración cordial de radio infinito.
Roma contra Moscú, se dice hoy; yo diría mejor: Roma y Berlín, las dos fortalezas paganas, la germánica y la latina, del cristianismo occidental contra el foco del cristianismo auténtico. Pero Roma y Berlín --Berlín sobre todo-- militan contra Moscú hace ya tiempo. En los momentos de mayor auge de la literatura rusa, hondamente cristiana, el semental humano de la Europa central lanza por boca de Nietzsche su bramido de alarma, su terrible invectiva contra el Cristo viviente en el alma rusa, su crítica corruptora y corrosiva de las virtudes específicamente cristianas. Bajo un disfraz romántico, a la germánica, aquel pobre borracho de darwinismo escupe al Cristo vivo, al ladrón de energías, al enemigo, según él, del porvenir zoológico de la especie humana, toda una filosofía tejida de blasfemias y contradicciones. Nietzsche contra Tolstoy. ¿Por qué no decirlo, en esta época de gruesas simplificaciones, a la teutónica?
Cuando en el año 14 estalla la guerra, Berlín embiste contra Moscú con la mitad de su cornamenta, y hubiera embestido con toda ella sin la obsesión de París, que le embargaba la otra mitad. Y es el imperio de Pedro el Grande lo que se viene abajo, la gran coraza que ahogaba el pecho ruso, lo que salta en pedazos. Moscú, considerado como hogar simbólico del alma rusa, ha quedado intacto y libre.
Libre, en efecto, de su imperio y de su Iglesia, instrumentos férreos que atenazaban el corazón de Rusia. Fuerzas autóctonas, las de su gran Revolución que se gestaba hacía ya mucho tiempo, colaboraron desde dentro con los cañones germanos que atacaban desde fuera.
Mi tesis es ésta: la Rusia actual, que a todos nos asombra, es marxista, pero es mucho más que marxismo. Por eso el marxismo, que ha traspasado todas las fronteras y está al alcance de todos los pueblos, es en Rusia en donde parece hablar a nuestro corazón.
Y de esto trataremos largamente otro día.
El inglés ha estado en Norteamérica, para visitar a Roosevelt, y ahora viene a Moscú, para conversar con Stalin. No es, pues, Wells, hombre que se chupe el dedo, y como buen inglés, aunque algo americanizado, no es hombre que guste de perder su tiempo. Lo recibe Stalin con franca cordialidad, sin arrumacos, sin prejuicios tampoco ni reservas mentales, mas como un hombre que está necesariamente algo de vuelta. Porque Wells, a fuer de anglosajón, es esencialmente antirrevolucionario; le asusta todo trastorno político y social. Stalin no es un fanático de la Revolución, pero carece del prejuicio antirrevolucionario. Hay en Stalin una claridad de ideas y una virtud suasoria que no alcanza nunca su interlocutor. Al inglés no le abandona todavía el miedo a la aventura; el eslavo tiene la tranquila seguridad de quien posee una experiencia. Ambos dicen estar de acuerdo en que el mundo capitalista se desmorona. --Allá ellos-- añadiría Mairena.
En cuanto a la dictadura del proletariado, ¿por qué nos asustan tanto las palabras? Si el barco necesita nueva tripulación y nuevos capitanes, ¿por qué no reclutarlos en el mundo del trabajo, cuando el del capital es --por definición aceptada-- el de las viejas ratas que corroen la nave? La lógica sigue siempre del lado de Stalin. ¿La lógica nada más? ¡Ah! Yo no soy más que un aprendiz de sofística, en el mejor sentido de la palabra.
En verdad --hubiera concluido Juan de Mairena, al margen ya de sus lecturas-- que no son las palabras lo que más asusta, sino ciertas imágenes groseras que en muchas cabezas suelen sustituir a las ideas, por ejemplo: alguien empeñado en bordar lises borbónicas en unas alpargatas de albañil, unas botas de charol en la espuerta de la basura, etcétera, etcétera. Y con estas figuraciones claro está que no se puede ir a ninguna parte.
31 de enero de 2023
Ante la deriva reaccionaria del PML-RC y del Frente Obrero
Pretender sustraerse a dicha contradicción, siquiera simbólicamente, es, en el mejor de los casos, una puerilidad política: ¿Qué dirigente del PML-RC abjuraría del calificativo “comunista” por el simple hecho de que toneladas de revisionismo hayan empleado en vano, revolucionariamente en vano, tal palabra? En el peor de los casos, situarse al margen de la izquierda y la derecha, que no es más que soslayar de tapadillo la lucha de clases, significa asumir, de hoz y coz, los postulados ideológicos de quienes en los años 30, bajo una fraseología pseudorrevolucionaria, se convirtieron en el último baluarte del capital.
2.- El hueco ideológico que surgió entonces de la fantástica superación de la lucha de clases por la vía de su pura y simple negación, se rellenó con el discurso político de la exaltación de la nación, construcción ideológica en la que en abstracto –y nada más que en abstracto– quedaban superados los divergentes intereses de clase y su consecuencia inevitable, los choques entre ellas. A esa ideología se la denominó “nacionalismo”, término vago que se aplicó también, de un modo genérico, a todos aquellos movimientos que, desde los años 60, combatían por su independencia en el marco de la descolonización y la lucha antiimperialista.
Si en la base del discurso del PML-RC y el Frente Obrero hay una realidad incontrovertible, esto es, la necesidad de forjar una alternativa revolucionaria que implique al conjunto del movimiento obrero de España y se extienda por todo su territorio, la manera en que dichas fuerzas pretenden dar respuesta a tal necesidad las inhabilita, a priori, para el desempeño de tan alta tarea.
El nacionalismo gran español, que enarbolan, con su letanía de mitos imperiales, el PML-RC y el Frente Obrero, no sólo es ajeno a la mejor tradición comunista española, que siempre reconoció en su práctica política el carácter plurinacional de España, así como el derecho a la libre determinación e independencia de Cataluña, Galicia y el País Vasco, sino abiertamente antileninista.
3.- Uno de los agregados ideológicos que caracterizó a los movimientos reaccionarios de los años 30 fue el antisemitismo, bazofia intelectual que, al tiempo que contribuía a dar coherencia racial al discurso nacionalista, identificaba a la población de origen judío como la responsable de la decadencia –fruto en realidad de la crisis capitalista– de la pequeña y mediana burguesía.
En medio de una crisis económico-social y cultural de proporciones análogas, los movimientos reaccionarios actuales, al servicio, como no puede ser de otra manera, del gran capital, llevan años difundiendo un neoantisemitismo al que el PML-RC y el Frente Obrero dan pábulo sistemáticamente: En lugar de adoptar los principios leninistas sobre el tratamiento de las cuestiones religiosas, ambas fuerzas se dedican a agitar espantajos del tipo de “la islamización de España y de Europa” o a demonizar todo lo que huela a árabe –a sabiendas y a pesar de que la inmensa mayoría de los árabes y musulmanes que viven en España son miembros de la clase obrera–, y lo hacen recurriendo, una y otra vez, a los tópicos más manidos de la mitología nacionalcatólica.
4.- En su aún corta trayectoria política, el PML-RC y el Frente Obrero han hecho gala de un inaudito sectarismo que pretende hacer tabla rasa de todos aquellos movimientos políticos, incluidas figuras concretas de la izquierda, que, entre extraordinarias dificultades y con un coste humano enorme, se enfrentaron y se siguen enfrentando al régimen borbónico del 78.
Cuando se asume la fraseología del siniestro “Pacto antiterrorista” para referirse a la trayectoria histórica del MLNV o del PC(r), cuando se siembra la sospecha “por su ideología nacionalista” sobre luchadores fusilados por la dictadura franquista, cuando se culpa de la represión a quien la sufre en sus propias carnes, como en el caso de Pablo Hasél, o cuando se insulta, lisa y llanamente, a compañeros honrados como Willy Toledo, no cabe hablar de crítica revolucionaria, a saber, la que acera la interpretación de la teoría y la práctica comunistas para poder así ascender a un nivel superior de unidad y acumulación de fuerzas.
Otro tanto puede decirse de la valoración que hacen el PML-RC y el Frente Obrero de la historia del Movimiento Comunista Internacional y de las luchas que se desarrollan en la actualidad en ese ámbito: la declarada oposición a los planteamientos del PC del Perú y a su líder histórico, el Presidente Gonzalo, a la guerra popular que dirige el PC de la India (Maoísta) o la anatematización de figuras como Mao o el Che, a quienes, sin más, se mete en el mismo saco “revisionista” que a siniestros personajes como Jruschov, nos hablan de la pervivencia en el análisis político del PML-RC y el Frente Obrero de los mismos clichés y estereotipos con que el socialimperialismo soviético contaminó, en su día, al MCI.
5.- El rumbo político a que lleva la línea ideológica asumida por el PML-RC y el Frente Obrero no puede ser otro que el más rotundo fracaso. El tacticismo electoral que antepone pescar votos entre las capas más alienadas de la clase obrera, asumiendo planteamientos de la extrema derecha y pintándolos de rojo, a elevar su conciencia política, está siempre condenado a la bancarrota. Más pronto que tarde.
Esperamos que el PML-RC y el Frente Obrero corrijan estas graves desviaciones de su línea política, a la par que preserven y acentúen sus grandes aciertos, tales como la lucha sin cuartel contra el postmodernismo ideológico o la defensa de Stalin.
Forneo-Sade
20 de julio de 2022
"Del español al soldado americano". Poema de Rafael Alberti.
¿Qué haces aquí, mascando
Cartel soviético de 1949: Estados Unidos llegando a Europa para imponer el “American way of life. |
en la canina lengua tu triste coca-cola?
Di, ¿qué se te ha perdido
en la tierra española?
¿Cuándo mi mar ha sidotu mar, di, cuándo, cuándo
mis abrigados puertos, respóndeme, tus puertos?
¿Cuándo tuyos soñaste, di, mis cielos abiertos?
¿Cuándo tuyos mis valles, mis montes y mis ríos?
¿En qué mapa aprendiste ser tuyos y no míos?
¿No te bastan tus minas,
no te bastan tus fábricas, tus Bancos, tus millones?
¿Por qué entonces tan lejos de tu tierra caminas,
en mi tierra sembrando por simiente cañones?
¿En dónde estás? ¿Ignoras
que aquí el silencio es fuego,
que ojos en muchedumbre velan todas las horas
para dejarte ciego?
¿Confías? No confíes,
la sobornante mano feliz en la cartera.
Un pueblo aguarda mientras tú te sonríes.
De su furor ya sube, rugidora, una hoguera.
Incluído en "Signos del día", poemario de Rafael Alberti (1945-1955)